Desde el pasado 10 de junio, el precio del dólar en Colombia ha presentado una caída sostenida, alcanzando los 4.067 pesos al cierre del 25 de junio, después de haber superado los 4.200 pesos. Esta caída del dólar, que se desarrolla en un contexto de incertidumbre política y fiscal en el país, ha despertado la atención de los analistas, quienes explican el fenómeno como una combinación de factores globales, regionales y locales que favorecen el fortalecimiento del peso colombiano frente a la moneda estadounidense.
A nivel internacional, la debilidad estructural del dólar ha sido un factor determinante. Expertos como Felipe Campos, gerente de estrategia de Alianza Valores, destacan que la política fiscal expansiva de Estados Unidos y el interés del presidente Donald Trump en mantener un dólar débil han impulsado esta tendencia. A ello se suma la aprobación del plan fiscal «One Big Beautiful Bill», que elevó el techo de deuda y debilitó la calificación crediticia del país. Esto ha generado una presión adicional sobre la moneda estadounidense, que se ha devaluado frente a varias divisas, incluido el euro.
En el plano regional, el creciente interés de los inversionistas por América Latina también ha fortalecido monedas como el peso colombiano. Analistas explican que la región ofrece condiciones atractivas: alta cantidad de materias primas, bajos niveles de deuda y distanciamiento de conflictos geopolíticos. Además, se percibe un posible giro político moderado en países clave como Colombia, Brasil y Chile, lo que ha impulsado el optimismo en los mercados financieros. Este fenómeno, conocido como “trade político”, ha fortalecido las bolsas y monedas de la región.
En Colombia, aunque persiste la incertidumbre política y una alta prima de riesgo, algunos factores internos han moderado el impacto sobre la moneda. Las elevadas tasas de interés y la política del Banco de la República de reaccionar con cautela ante los riesgos fiscales han contribuido a mantener la estabilidad cambiaria. Analistas como Diego Franco afirman que gran parte del riesgo ya está descontado, y que incluso una eventual pérdida del grado de inversión podría tener un impacto transitorio. De hecho, proyectan que el dólar podría descender a los 3.800 pesos o incluso a los 3.500 en los próximos años.
Una tasa de cambio más baja trae efectos mixtos para la economía. Por un lado, reduce el ingreso por exportaciones y afecta a sectores como el petrolero. Sin embargo, también abarata las importaciones, reduce los costos de productos básicos, mejora el servicio de la deuda externa y alivia la inflación. Esto podría traducirse en una mayor estabilidad financiera y un estímulo al consumo interno. No obstante, persisten riesgos asociados a decisiones de calificadoras y al paquete fiscal de EE. UU., que podrían revertir parcialmente la tendencia si afectan las condiciones globales de inversión.